“A las gentes no les interesa
comprender realmente el hondo
significado de la Muerte; a las
gentes lo único que realmente les
interesa es continuar en el más allá
y eso es todo”
Samael Aun Weor
3
LA MUERTE: UNA OPERACION MATEMATICA
“La vida es Energía determinada y determinadora. Desde el nacimiento hasta la muerte fluyen dentro
del organismo humano distintos tipos de energía”.
“El único tipo de energía que el organismo humano no puede resistir, es el RAYO DE LA MUERTE. Este
rayo posee un voltaje eléctrico demasiado elevado. El organismo humano no puede resistir semejante
voltaje”.
“Así como un rayo puede despedazar un árbol, así también el Rayo de la Muerte al fluir por el organismo
humano, lo destruye inevitablemente”.
“El Rayo de la Muerte conecta al fenómeno muerte, con el fenómeno nacimiento. El Rayo de la Muerte
origina tensiones eléctricas muy íntimas y cierta nota clave que tiene el poder determinante de combinar los
genes dentro del huevo fecundo. El Rayo de la Muerte reduce el organismo humano a sus elementos
fundamentales”.
Samael Aun Weor: “Educación Fundamental”.
LO QUE SOMOS
Lo primero que uno necesita saber en la vida es de dónde viene, para dónde va, cuál es el objetivo de
la existencia, para qué existimos, por qué…
Incuestionablemente, si queremos nosotros saber algo sobre el destino que nos aguarda y sobre lo que
es la vida en sí, se hace indispensable, primero que todo, saber qué es lo que somos, eso es urgente,
inaplazable, impostergable.
El cuerpo físico en sí mismo no es todo. Un cuerpo está formado por órganos y cada órgano está
compuesto por células; a su vez, cada célula está compuesta por moléculas, y cada molécula por átomos.
Si fraccionamos cualquier átomo liberamos energía. Los átomos en sí mismos se componen de iones que
giran alrededor de los electrones, de protones, de neutrones, etc., etc., etc. Todo eso lo sabe la Física Nuclear.
En última instancia, el cuerpo físico se resume en distintos tipos y subtipos de energía y eso es
interesantísimo; el mismo pensamiento humano es Energía. Del cerebro salen determinadas ondas que
pueden ser registradas sabiamente. Ya sabemos que los científicos miden las ondas mentales con aparatos
muy finos y se les cataloga en forma de microvoltios. Así, pues, en última instancia, nuestro organismo se
resume en distintos tipos y subtipos de energía.
La llamada Materia no es más que Energía condensada, por eso dijo Albert Einstein: «Energía es igual
a masa multiplicada por la velocidad de la luz al cuadrado». También afirmó en forma enfática: «La masa se
transforma en energía, la energía se transforma en masa». Así que, en última síntesis, la llamada Materia no
es más que Energía condensada.
El cuerpo físico tiene un fondo vital orgánico. Quiero referirme al LINGAM SARIRA de los Teósofos, la
condensación bio-termo-electromagnética. Dicho cuerpo es el asiento de la vida orgánica. Ningún organismo
podría vivir sin el Cuerpo Vital. Cada átomo del Cuerpo Vital penetra dentro de cada átomo del cuerpo físico,
y lo hace vibrar y centellear.
Todos los fenómenos químicos, fisiológicos y biológicos, todo fenómeno de percepción, todo proceso
metabólico, toda acción de las calorías, etc., tiene su base en el Cuerpo Vital.
Este cuerpo es realmente una especie de doble orgánico; si por ejemplo, un brazo de ese doble vital se
sale del brazo físico, sentimos que la mano se nos duerme. Al penetrar cada átomo del cuerpo vital dentro
de cada átomo del cuerpo físico, se produce una vibración, la vibración esa que siente uno cuando se le
duerme un brazo y quiere despertarlo, una especie de homigueo, por decirlo así.
Si se le sacara definitivamente el cuerpo vital a una persona física, y no se le volviese a traer, moriría la
persona física; así que resulta interesante esto del cuerpo vital. Sin embargo, este cuerpo no es más que la
sección superior del cuerpo físico. Es, dijéramos, la parte tetradimensional del cuerpo físico. Los Vedantinos
consideran al cuerpo vital y al cuerpo físico como un todo, como una unidad.
Un poco más allá de este cuerpo físico con su asiento vital orgánico, tenemos nosotros al Ego. En sí
4
mismo, el Ego es una suma de diversos elementos inhumanos que en nuestro interior cargamos. Es obvio
que a tales elementos los denominamos Ira, Codicia, Lujuria, Envidia, Orgullo, Pereza, Gula, etc. Son tantos
nuestros defectos que aunque tuviésemos mil lenguas para hablar y paladar de acero no acabaríamos de
enumerarlos a todos cabalmente.
Hay gentes que entronizan al Ego en el corazón y le hacen un altar y le adoran, son equivocados sinceros
que suponen que el Ego en sí mismo es divinal y en esto están perfectamente equivocados.
Hay quienes dividen al Yo en dos: Yo superior y Yo inferior; quieren que el Yo superior controle al Yo inferior.
No quieren darse cuenta esas gentes de que, sección inferior y sección superior son la misma cosa. El Yo
en sí mismo es tiempo, el Yo en sí mismo es un libro de muchos tomos, en el Yo están todas nuestras
aberraciones, todos nuestros defectos, aquello que hace de nosotros verdaderos animales intelectuales en
el sentido más completo de la palabra. Algunos dicen que el «Alter-Ego» es divino y le adoran; es otra forma
de buscar escapatorias para salvar al Yo, para divinizarlo. El Yo es el Yo, y eso es todo.
LO QUE QUEDA
Obviamente, al Panteón van tres cosas:
1ª. El cuerpo de carne y hueso, que se pudre entre el sepulcro.
2ª. El Cuerpo Vital, o «Cuerpo «Bio-plástico» (como le llaman los rusos), que flota cerca del cadáver y
se va descomponiendo poco a poco, conforme el cuerpo físico también se va descomponiendo. Sabemos
muy bien, que cada siete años cambia totalmente el cuerpo físico, y no queda ni un solo átomo antiguo en dicho
cuerpo. Empero, el Cuerpo Vital no cambia. En dicho cuerpo es tan contenidos todos los átomos de la niñez,
adolescencia, juventud, madurez, vejez y decrepitud.
3ª. La Personalidad humana. La Personalidad no es el Cuerpo Físico, la Personalidad es energética;
no se puede ver con los ojos físicos, pero existe. Cuando uno viene al mundo, no trae Personalidad. Esta se
forma con el ejemplo de los padres, con lo que uno aprende en la escuela, con las experiencias de la vida,
etc. En realidad, la Personalidad se forma durante los primeros siete años de la infancia y se robustece con
el tiempo y con las experiencias.
La Personalidad es hija de su tiempo, nace en su tiempo y muere en su tiempo; no existe ningún mañana
para la personalidad del muerto. Después de la muerte del cuerpo físico, la Personalidad está dentro del
sepulcro, pero sale cuando alguien lleva flores, cuando algún doliente la visita, ambula por el panteón y vuelve a su sepulcro.
La Personalidad humana es perceptible para los «clarividentes»; cualquier persona que tenga un poquito
de extra-percepción, podrá ver como la «ex-personalidad» se va desintegrando lentamente en el cementerio.
Voy a contarles, en relación con esto, un hecho insólito. Por ahí, en una fiesta, cierta dama supo
distinguirse por su inmensa alegría, pues obviamente destacaba entre todos los invitados por su carácter jovial
y por su belleza física.
Muchos jóvenes danzaron con ella hasta las tres de la mañana, hora ésta en que la dama manifestó tener
mucho frío; uno de sus admiradores le prestó una chamarra, chupa o chaqueta, para que se abrigara. Luego,
como un cumplido caballero, se ofreció para acompañarla hasta su casa. La dama no declinó tal atención
caballeresca y salió, pues, de la sala de festín.
En veloz automóvil, la dama acompañada por el joven que le ofreciera su compañía y por algunos otros
varones amigos de este último, llegó hasta la puerta de su casa.
El personal de compañía se despidió de la susodicha dama al tiempo que ésta penetró en su morada.
Al día siguiente, el caballero dueño de la prenda de vestir prestada a la dama junto con sus amigos, tocó
a la puerta de aquella mansión con el evidente propósito de recuperar la prenda.
Una anciana abrió la puerta a tiempo que preguntara: «¿Qué desean Vds., señores?» «Venimos -dijo uno
de los jóvenes- por una chamarra que le presté anoche a la señorita fulana de tal». «¡Oh! -dijo la anciana-, si
Vds. quieren esa prenda de vestir deben ir a buscarla en el panteón; la hallarán sobre la tumba de mi nieta;
ella fue la dama que con Vds. anoche bailó; hace muchos años murió.»
Los jóvenes alarmados se dirigieron ciertamente al panteón, buscaron el sepulcro de la dama y lo
hallaron, y sobre este último encontraron la chamarra.
5
Vean ustedes., mis amigos, un caso extraordinario de materialización. Realmente, a los incrédulos, a los
escépticos, les parecerá como cuestión de cuentos para niños pequeños, pero no parecerá lo mismo al que
experimentó esa terrible realidad. Porque una cosa es conceptuar sobre algo en lo que no se cree, y otra es
experimentarlo en el propio pellejo.
Ahora bien, ¿qué fue lo que se hizo visible y tangible, para esos jóvenes? ¿Qué fue lo que danzó con ellos,
en medio de la fiesta? Pues, realmente la Ex-Personalidad. Esta suele, a veces, hacerse visible y tangible.
La Personalidad es energética, permanece en el sepulcro, pero a veces sale de él y hasta se da el lujo
de andar por diversos lugares.
LO QUE CONTINUA
Ahora bien, no todo va al panteón; hay algo que continúa, me refiero a los «Valores», tanto los positivos
como los negativos, los «Yoes» buenos y los «Yoes» malos.
Ya les expliqué a ustedes que, dentro de toda persona, hay muchas personas, es decir, muchos «Yoes».
Una cosa es el «Yo envidio» y otra el «Yo no envidio»; una cosa es el «Yo amo» y otra es el «Yo no amo»; una
cosa es el «Yo odio» y otra cosa es el «Yo no odio». Todos estos defectos nos hacen entender que el «Yo» no
existe en forma meramente individual; el «Yo» es un montón de «Yoes» cada uno con su propia mente, su propia
voluntad y su propio sentimiento. Esto que estamos diciendo ya está plenamente demostrado; la prueba la
tienen ustedes en que nadie es el mismo, ni siquiera por media hora.
Conclusión: la muerte en sí misma es una resta de quebrados; terminada la operación matemática, lo
único que quedan son esos «Valores», es decir, cierta suma de yoes diablos que personifican nuestros
defectos psicológicos.
La Eternidad se los traga, los devora. En la Luz Astral nuestros valores se atraen y repelen de acuerdo
con las leyes de Imantación Universal. Estos valores a veces chocan entre sí, o simplemente se atraen o
repelen.
Así pues, eso que continúa después de la muerte, no es pues algo muy hermoso. Aquello que no es
destruido con el cuerpo físico, no es más que un montón de diablos, de agregados psíquicos, de defectos;
lo único decente que existe en el fondo de todas esas entidades cavernarias que constituyen el Ego, es la
Esencia, la Conciencia, el Budhata…
La muerte es el regreso al punto original de partida. Si un hombre no trabaja su propia vida, y no trata de
modificarla, obviamente está perdiendo el tiempo miserablemente, porque un hombre no es más que eso, lo
que es su vida. Nosotros debemos trabajar nuestra propia vida para hacer de ella una obra maestra. La vida
es como una película, cuando termina la película nos la llevamos para la Eternidad, en la Eternidad revivimos
nuestra propia vida que acaba de pasar.
Durante los primeros días de desencarnado, el difunto suele ver la casa donde murió y hasta habita en
ella. Si murió, por ejemplo, de ochenta años de edad, seguirá viviendo con sus nietos, sentándose en la mesa,
etc. El Ego estará perfectamente convencido que todavía está vivo y no hay nada en la vida que le logre
convencer de lo contrario. Para el Ego nada ha cambiado, desgraciadamente.
El ve la vida como siempre, sentado, por ejemplo, ante la mesa de comedor pedirá sus alimentos
acostumbrados. Obviamente, no le verán sus dolientes, pero el subconsciente de sus familiares responderá.
Ese subconsciente pondrá en la mesa los indicados alimentos. Es obvio que no va a poner los alimentos
físicos porque eso sería imposible, pero si pone formas mentales muy similares a las de los alimentos que
el difunto acostumbrara a consumir.
Puede ver un velatorio el desencarnado, jamás supondría que ese velatorio tenga algo que ver con él, más
bien piensa que tal velatorio corresponde a alguien que murió, a otra persona, más nunca creería que
corresponde a él. Se siente tan vivo que ni remotamente sospecha su defunción.
Si sale a la calle, verá ésta tan absolutamente igual que nada podría hacerle pensar que ha sucedido algo.
Si va a una iglesia verá allí el cura diciendo misa, asistirá al rito y muy tranquilo saldrá de la iglesia
perfectamente convencido de que está vivo, nada podría hacerle pensar que ha muerto. Aún más, si alguien
le hiciese tamaña afirmación, él sonreiría escéptico, incrédulo, no aceptaría la afirmación que se le hiciese.